Dormís y te miro.
Entra aire con olor a sal, a mar, a novedad. Brisa que desacomoda la cortina de soles y lunas que entrelazamos con la ventana para no cerrarla y que tampoco haga ruido.
La luz dorada que nos circunda ilumina tu piel tostada, los movimientos de tus rizos que dan marco a tu cara, y tu nariz que tiene pequeños pliegues de piel que pide despegarse.
Me gusta tu boca, tu ombligo, y la facilidad que tenés para moverte con gracia, incluso dormido.
sos tantas cosas
te estás muriendo
de a poco
te vas
de los lugares
dónde
todavía hay algo

se va muriendo
el desamor
laausencia
quedo sola
desarraigada
despojada
desesperada
sedienta
y vacía

sin tus vertientes
tus latidos
tus tiempos


tu olor
me falta


en los recovecos de mi almohada
escarbo
te busco
me aferro
y
lloro
porque
ya
no
estás.

taller 2

I.

Me gusta ver cómo se aleja del humo. Deja su boca entreabierta, lo larga despacio, muy despacio.

Se aleja, toma un trago más de whiscola y vuelve.

Con la boca húmeda y fría baja por mi cuello mientras yo fumo, y mi abdomen se contrae cuando siente sus labios helados. Toda esa humedad tiembla con la corriente tibia que entra por la ventana de su cuarto.

Después de los espasmos me quedo dormida.

Al rato me despabilo con la música demasiado alta.

Me encuentro atada. Las muñecas unidas arriba de mi cabeza y a la cabecera de la cama con una soguita dañina. Hay otra soga por arriba y por abajo de los turgentes pechos que ahora apuntan desesperadamente hacia el techo. No parecen los míos, pero lo son.

Estoy inmovilizada. Debo quedarme quieta. Cualquier movimiento generará más daño en los lugares adonde ajustan las cuerdas, ya lo sé.

Y me mira. Y se acerca. Y yo no puedo ni hablar porque la boca también la tengo vendada.

II.

Quedo sola en esta inmensa y silenciosa casa.

Algún perro vecino ladra y a lo lejos se escucha el tren. Está anocheciendo.

Me miro en el espejo, resaltan mi jogging rosa de plush y mi remera blanca con estampa de haditas. No sé a que quiero jugar esta vez. Lo veo llegar, pero no vino sólo: está con Mariano. No entiendo para qué vino.

Nos sentamos los tres en la mesa y tomamos un vino de mi papá. Ellos trajeron para fumar así que también fumamos un poco. Tengo ganas de darle un beso, pero está Mariano y me dan vergüenza mis ganas y mi pijama, y ahora también me acuerdo de que me duele el cuello. Él se para a revisar la heladera porque le dio hambre y quedamos con Mariano cada uno sentado en una silla distinta de la mesa redonda del comedor.

Mariano se ríe. Yo me río también, aunque no sé de qué. Entonces Él vuelve y se me acerca desde atrás, trae un vaso con hielos. ¿Adonde le duele, Princesa?, me pregunta.

Me hace masajes en los hombros, después se pone un hielo en la boca y me lo pasa por el cuello. Respiro entrecortado hasta que me acuerdo que –claro- Mariano nos mira.

Nos mira y el hielo pasea por mi cuello y mi nuca y yo no sé qué hace pero se está levantando de la silla. Pareciera que se va. Pero no. Lo veo arrodillarse frente a mí y siento que me desliza el jogging rosa hacia abajo. Lo miro a Él y está de acuerdo con todo, y yo no me quejo.

III.

Ahora puedo ir su casa incluso cuando está la novia porque ahora me burlan con Mariano.

Él tiene novia, claro: Cynthia. Cynthia tiene cuerpo de nena, me da un poco de impresión. 29 años pero tetitas, piernitas flaquísimas y largas y rulos negros gigantes tipo caricatura.

Esa noche me quedé dormida en su cama mientras los demás colgaron en el living. Cuando me despabilé me encontré con un cuadro muy alterado. A frenética velocidad rebotaban los rulos de Cynthia por toda la habitación, y estaban los demás, como desesperados, como si se estuviera incendiando la casa.

Mi némesis se acerca con la tapa de un cd en la mano, sonríe diabólica y me dice:

-¿Querés? Mirá, ponete en la encía, es como xilocaína.

Yo no me muevo. Cynthia pasa su dedo por la tapa del cd, me mete ese dedo blanco entre los labios, me abre la boca muy lentamente y lo desliza entre los dientes, la encía y el labio superior.

Tengo su dedo en mis labios, sus ojos esperando la reacción de los míos y el efecto inmediato de la droga. Digo que no con la cabeza. Digo que no, muevo la cabeza que no, que no, que no. A qué le digo que no, no sé. No sé si al efecto en mi encía, a la expresión en su cara o a su dedo en mi boca.

Asustada, y con la boca adormecida empiezo a juntar mis cosas. Cynthia se para a cinco centímetros de mi cara. Sonríe traviesa y me amenaza:

-¿Ya te vas?

Cross Country

Es la recta final, dentro de esa cuadra horrorosa que me encerró durante años.
Es la recta final, sigo y están ellos allá en el fin.

Estoy última, me tomo mi tiempo, mis gemelos no responden ya, pero no abandono sigo y sigo corriendo. Sólo aplauden a los primeros y a los últimos, y esto yo lo sé, así que aplausos no faltarán.

Acá estoy, quiero correr más rápido, y también quiero que me esperen, aunque ya me vean llegar. Lo veo a Gonzota, él siempre me anima a que siga, y me grita que ya voy a llegar, que no me apure, que ellos no se van. (No entiendo como cada año se enferma el día de la carrera. )

El viento me despeina, está helado, pero las gotas de sudor que se deslizan desde mi nuca a mi cintura, por adentro de la chomba, hierven.
Las medias se soltaron y cayeron de la rodilla al tobillo y ahora - después de 1800mts- me pesan demasiado, son una molestia.

Estoy muy cerca ya, a menos de 3 metros de la llegada y siento que me elevo, me elevo, me elevo.

Mi cuerpo avanza aún y acelera y lentamente se acomoda de manera más paralela a la tierra, me recuesto en el aire, y floto alrededor de todos ellos que me ven subir y subir y subir, y mirarlos.

Planeo alrededor de la pista, y ya no soy parte de la carrera, pero ellos me ven irme, escapar, así, hacia arriba.

El sueño termina antes de que yo descubra si he podido salir del perímetro de la cuadra o no.

Por ahora es la misma realidad, pero vista desde otro ángulo.
.estás
........allí
.............adonde
..........................yo
..............................no llego



si sólo somos recuerdos y promesas
y el hoy no puede ser,
no sirve.