Tengo un desorden bastante pintoresco en la cabeza. Me doy cuenta, a veces. Hay colores, formas, palabras, caras. Pero sobre todo hay ojos. Hay muchos ojos. Y tienen muchas pestañas. Están maquillados. Me analizan, me observan, me limitan, me rechazan, me juzgan. Hay cabelleras largas, brillantes, ondulantes. Hay pechos. Hay escotes. Hay uñas largas, hay pianos y banquitos de pianos. Hay vibraciones, hay corcheas, hay redondas. Hay legos. Hay saxos, hay voces aireadas y graves, hay bongoes y trompetas. Hay terciopelo y cítricos. Hay pasto. Hay estornudos y sonrisas. Hay muchas sonrisas. Hay gatos parlantes. Hay cortinas, pajaritos y chicharras. Hay abejas y música de los beatles. Hay verde. Hay miradas de auxilio, hay necesidad de abrazos. Hay escaleras. Hay abuelos. Hay sombras. Hay pinturas en blanco y negro y en fucsia. Hay pupilas dilatadas y almohadones. Hay brazos y hombros fuertes y perfume de varón. Hay manos y pies grandes. Hay arena. Hay miradas cómplices. Hay estrellas. Hay muchas pero muchas estrellas. Y un lago, un reflejo, y un latido.

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