La abuela Negra


Dominga Anunciada

se llamaba

y nadie le

decía por su nombre

de vez en cuando

yo iba a su casa

el 182 era rojo y blanco

había que esperarlo en la ruta

nos sentábamos

cerca de la puerta

me dormía

con el sol en la cara

sobre la camisa floreada

de la abuela Negra

en el viaje pasaban vendedores

y ella siempre me compraba

libritos para pintar

-aunque yo ya leía-

y algún turrón

el departamento

tenía dos ambientes

con la puerta-ventana del balcón

siempre abierta

daba a un agujero gris

en su edificio no había ascensor

y las escaleras resultaban

eternas

tenía muchas plantas

que regaba

desde que llegábamos,

hasta que nos íbamos

fumaba

en el balcón

mientras tomaba mate

y me miraba jugar

con alguna cosa

tenía adornos de vidrio

un elefante lila

pintado en degradé

con unos australes enrollados

en la trompa

pero estaba prohibido tocarlo

me armaba un mostrador en el living

con tres banquitos redondos amarillos

me daba muchas ollas

y yo jugaba a Utilísima

la habitación

era una cama gigante

ella me acostaba en una punta

me tapaba

-a veces me hacía rezar-

me decía que me durmiera

porque sino iba a venir Bottini

el hombre que cobraba las expensas

a buscarme a mí

en forma de pago

yo me hacía la dormida

ella

seguía tomando mate con la luz de la cocina

encendida

y la radio muy bajita

como esperando algo

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